El
patético intento de patriada de quien supone que posee una agudeza
superior a partir de la elección de lo autoproclamado propio y al
mismo tiempo de la separación de lo autodefinido como extranjero, es
lo primero a lo que temo.
Antes,
yo era un tipo interesante. Nunca leí a Pulo Coelho porque vi un
libro suyo en una propaganda de televisión y decidí que, si vendía
tanto, a mi no iba a convencer. Cuando todos miraban Supercampeones
(Oliver y Benji) yo no miraba nada, acaso el Festival de Cosquín en
VHS o Kimba The White Lion. No sé bien cuándo creí que aquello era
un proceder normal en mi, que era un fundamento de mi personalidad,
pero sucedió. Me convertí en un joven interesante, si bien se mira,
por el sólo hecho de alejarme de lo popular. Aunque, pensándolo
mejor, esto es injusto e inexacto, pues accedía a lo masivo de
manera constante. Escuchaba a Los Enanitos Verdes, Robbie Williams,
Sin Bandera y Arjona. Veía Friends y One Tree Hill. Pero claro,
guardaba la mayoría del galpón para seguir con mi farsa impostada
de muchacho variopinto que a su vez gustaba de Larralde, Hugo Varela,
miraba VR Troopers y jugaba al handball, evitando Dragon Ball Z,
Tinelli, los Midachi, Charly García, CQC y el fútbol. Lo dicho, que
tipo interesante que era.
Aquel
interés por lo que yo mismo descubría de la vida era, lógicamente,
el recelo por lo que los demás me pudieran dar, ofrecer, imponer o
compartir. Hace poco empecé a entender que aquella etapa de
infructuoso alejamiento fue una máscara del egoísmo.
¿Desestabilizaría la psique de una persona equilibrada mirar, por
caso, dos o tres programas de Dragon Ball Z para determinar si le
gusta o no? ¿Qué sentido tenía evitar aquel producto y
enorgullecerme por ello? El fin era decir “así soy yo”.
“Observen esta persona especial, que hace estas cosas especiales,
pues bien; soy yo.”
Pero
claro, cuando uno necesita enviar ese mensaje, el mensaje es otro. Es
en realidad un intento de autoconvencimiento: “Soy diferente”
“Soy diferente a los demás”. Lógicamente, es todo lo contrario.
Cuando vivimos creyendo que somos diferentes a los demás, orgullosos
de lustrar una silla antigua que no sabemos ni cómo ha llegado a
estar desde un principio debajo de nuestro trasero, es que no somos
diferentes en nada.
Eso
sucede con Halloween, pero de manera grupal.
Muchos
amigos argentinos se separan bruscamente de esta celebración y sus
condimentos. Muchos luchan, no les gusta nada que venga un vecino y
le regale una silla de otro juego para agregar a la mesa. Es un
desamparo, el símbolo de la familia italiana se ve invadido por
alguien de otra sangre que viene a conquistar el territorio que con
gloria juramos morir. Lo entiendo, yo sentía lo mismo cuando alguien
me recomendaba un libro de Coelho. Pero esas son falacias que hablan
de que nos sentimos atacados en nuestra propia vulgaridad. ¿Cómo
voy a leer a ese tipo que sale en la TV? ¿Cómo voy a celebrar
Halloween, una fiesta que me venden por TV? Eso, amigos, se llama
prejuzgar, y es el antecedente directo a la discriminación y a la
xenofobia. Hay medio paso entre una cosa y la otra.
Me
gustaría decirle a los amigos argentinos, latinoamericanos y
españoles que están embroncados porque Halloween se ha transformado
en una festividad planetaria a causa del cine estadounidense, que no
sean ignorantes hipócritas y también se peleen con la Navidad, las
Pascuas, la Pentecostés, el Carnaval y, según de qué lado supongan
que viene su linaje, que carguen contra las fiestas de
colectividades, los festivales de cualquier tipo de música
contemporánea, los espectáculos deportivos masivos, los festivales
de cine, danza, teatro y las ferias del libro; pero también contra
el We Tripantu y el Nguillatún mapuche, contra el Gualichu de los
charrúas, la brujería en general, el tarot, la biodescodificación,
el I-Ching, las runas; y también pueden lanzar a la basura los
ordenadores, los celulares, los automóviles, los dólares, la
oratoria, la discusión, las armas y el lenguaje español. Porque
nada de esto es “nuestro”.
Habiendo
saltado este paso que evidentemente me impedía conectar con la
potencia psíquica de esta festividad, ya suelto de cuerpo, indagué
un poco. ¿Qué es Halloween? ¿Hollywood quiere obtener una ganancia
vendiendo máscaras una vez por año?
“La
Fiesta
de Halloween es
la parte o costumbre lúdica de un Festival
Paganoancestral
en el ámbito indoeuropeo, del que los Cultos Celtas son referencia,
que por ser inherente al subconsciente colectivo occidental ha
permanecido arraigado en el folclore de nuestras sociedades.
Quienes
están y estamos detrás de nada, sin escondemos porque ya no tienen
licencia para perseguirnos y potestad de condenarnos, somos los
fieles y creyentes en este caso de los Cultos y creencias nativas.”
En
esta acertada explicación de la festividad original que nos ofrece
Fernando González de Wicca Celtíbera, no he logrado encontrar
“Estados Unidos”, “Fiesta extranjera” o “Hollywood”. Debo
estar ciego, o agentes del sistema capitalista disfrazados de
fantasmas me lavaron el cerebro.
La
Fiesta de Halloween se celebró por primera vez en Estados Unidos en
1921. Hace nada. Pero se remonta en la región irlandesa a hace unos
3000 años, cuando los Celtas celebraban las cosechas obtenidas y el
comienzo del invierno, lo que marcaba para ellos un nuevo año, en el
festival llamado Samhain.
Los
días cortos proponen noches más largas que, ceñidas ante los
vientos cada vez más frescos, son dignas de admirar antes de que el
verdadero invierno arrecie. Esta festividad antiquísima, nativa y de
sabiduría ancestral tiene la misma importancia que las festividades
de los First Nations (Canadá), de los aborígenes sudamericanos, de
los Mexicas (México) o, por caso, de los Navajos (EEUU) que
festejaban en las MISMAS FECHAS su cita más importante: el Night
Chant o The Nightway (Yei Bei Chei) que data, no será por
casualidad, también de hace unos 3000 años.
La
gente de Irlanda que llegó a vivir a norteamérica trajo consigo su bagaje histórico-cultural, no podían dejarlo olvidado sencillamente
en el barco. Mezclado con la costumbre de la Sint-Maarten neerlandesa
(pre-cristiano), donde los niños cargan linternas de papel y tocan
puerta a puerta cantando a cambio de golosinas, todo estaba a punto
caramelo. Ese bagaje irlandés no fue rechazado porque, justamente,
las personas en donde recayó ya eran parte de la misma historia
británica. Con la influencia de la hechicería alemana y de los
cultos africanos se completó el combo.
Ha
pasado medio siglo del Halloween moderno. Lo que puede verse hoy son
muchas más historias de misterio y disfraces que agradecimiento por
las cosechas y preparación para el invierno. Pero no hay por qué
enojarse, es tan sólo la realidad de una fiesta que perdió su carga
religiosa, aunque no creo que haya perdido su carga espiritual. Tal
vez esté exagerando. Hay sin duda una potencia psíquica grupal en
Halloween, donde hay que conectarse si se quiere participar con
respeto y sin dejarse abrumar por papeles de colores.
Por
eso festejo Halloween, porque me apasiona la sabiduría ancestral y
los niños felices. Y porque no soy quién para hacer un rancho
aparte poniendo la bandera de mi patria tan sólo en mi rancho,
izando al viento mis propias dudas cada mañana, mirando sobre el
hombro.
Parece
ser que los Celtas marcaban especialmente esta noche, porque la línea
que separa el mundo de los vivos con el mundo de otras extrañas
entidades se vuelve tan fina que pueden de traspasar el velo hacia
esta realidad. Un portal dimensional, ni más ni menos. El gato está
durmiendo profundamente, a mi lado en el sillón. Recién dio un
maullido insólito y tuvo un espasmo que jamás había visto. Es de
madrugada, fuera hace frío. Estoy solo. Estoy solo.
buenisimoooo!!!! SOS UN GENIO LOCO VIC!!!!
ResponderEliminarGracias, un abrazo grandote!
EliminarEspectacularrrrrrrrr...por fin alguien que me desasna, jaja
ResponderEliminarJaja, gracias , abrazo gigante!
EliminarMuy buena reflexión!
ResponderEliminar