10 octubre 2016

La extraña historia de Peter Labelliere

From Surrey Community
Hace unos años tuve un Blog que luego cancelé. Una de las últimas historias que estuve investigando fue la historia de un tipo muy extraño que vivió en Dorking, Reino Unido (pueblo donde vivo actualmente). No hay muchos libros que hablen de él, pero sus extravagancias han quedado impresas en el saber popular de la gente de la zona. Fui en busca de esos escritos, traduje información y publiqué por primera vez en idioma español los sucesos extraños de la vida de este hombre. Hoy lo publico nuevamente aquí, para que no se pierda en los anaqueles de "posts olvidados de la infrared".

Es preferible conocer las historias interesantes a no hacerlo. Hay muchas historias escondidas que poseen el placer de lo imaginario. Dejan lugar para suponer. Entre tantas películas que modelan las grandes historias universales habrá que desempolvar a ciertos personajes particulares. Para romper la dinámica, las andanzas de los pillos, genios, extravagantes y trotamundos desconocidos serán un vaso de agua fresca en el desierto. Esta historia jamás fue contada en idioma español.

Algo le sucedió a Peter Labelliere. No existe registro en edad temprana que haga notar las rarezas que esta persona adoptaría en su adultez. Algunos escritos dicen que una joven le negó su amor. No se sabe realmente qué le sucedió. Lo que cuentan las crónicas es su historia y estadía en Dorking, Reino Unido; luego de haber servido como Mayor del Ejército 92. Corría temprano el siglo XVIII.

En algún momento se hizo buen amigo del Duque de Devonshire. El beneficio de esta amistad resultó en una pensión de 100.000 libras al año. Lo cierto es que las cifras están alteradas, algunos investigadores hablan de 100 libras, lo cual parece más acertado, y en 1780 era igual una suma considerable. Pero las ventajas poseídas a través de los amigos aristocráticos no determinan que el amigo con menores recursos no se vuelva loco con el paso de los años.

Excéntrico en el sentido deambulante, hacía caminatas por los senderos de las colinas de Surrey, tanto que en Dorking le decían “The walking dunghill” (El caminante estercolero). Le alquilaba una habitación a una señora en South Street, escribió algunos textos políticos y se volvió fervoroso sobre todo con la religión. El extremo llegó cuando prohibió a los hijos de la dueña de la casa utilizar, doblar, romper o quemar cualquier papel que tuviera escrito la palabra Dios o Cristo.
Por otro lado, también es extraño que alguien que recibía una cuantiosa pensión annual haya estado pagando la renta de un lugar que llamaban “The hole in the wall” (El agujero en la pared).

Andaba por las calles proclamando a los ocho vientos el lema “Libertas Deo Duce”, que significa “Con Dios como mi guía, libertad”. Esa búsqueda interior ciertamente la desarrollaba entre sus caminatas y las vacaciones que tomaba en casa del Duque de Devonshire. Cada año su amigo le ofrecía la estancia por un mes. Pero una vez se quedó tres meses. No le había avisado a la dueña de la casa sobre sus planes largos: cuando Labelliere regresó a Dorking la mujer ya lo estaba dando por muerto. Ella le recriminó fuertemente su ausencia y él la tranquilizó, aunque con una frase muy particular: –No se preocupe Sra. Watford, ahora he venido de regreso a vivir con usted, y a morir con usted. Desde hoy nueve meses pasarán hasta que deba abandonar este mundo.
Algo alterada, la Sra. Watford hizo cuentas y escribió en un papel la fecha profética.
Exactamente nueve meses después moría Peter Labelliere.
Dijo la mujer: –Juntó los brazos, los dobló, se acurrucó y murió como un cordero. – El garabateado calendario de muerte se cumplía. Antes de irse Labelliere tuvo tiempo de dejar otra profecía, se lo escuchó diciendo: –Un día los carruajes andarán sin caballos. – Lógicamente todos creyeron que tras su muerte habían terminado las excentricidades del Mayor. Pero quedaban las rarezas más descomunales.

Se encargó de dejar expresamente escrito que se le respetaran dos deseos post mortem.
El primero fue que los hijos pequeños de la Sra. Watford bailaran y danzaran sobre su sarcófago. Intentaba demostrar que la muerte no era un asunto sombrío. El niño bailó pero la pequeña hermanita no quiso cumplir la tarea; asustada, solamente accedió a sentarse sobre el cajón del cuerpo todavía fresco.


El segundo deseo de Labelliere fue ser enterrado cabeza abajo, pies hacia arriba, en la cumbre de Box Hill, la colina más alta de la zona, por donde tantas veces caminaba. Se desconocen las razones de este pedido de enterramiento, ésa es la verdad. Habría que recordar que Pedro el apóstol pidió ser crucificado cabeza abajo, proclamando no merecer morir de la misma forma que Cristo. Por lo tanto quizás Peter Labelliere (la traducción de Peter es Pedro, comparte nombre con el apóstol) quiso imitar aquella conducta. Pero hay escritores que han difundido la versión que hoy es la más conocida. John Timbs, autor muy publicado que vivó en Dorking unos diez años después de la muerte del Mayor, escribió en su libro Un paseo pintoresco por Dorking que Labelliere había dejado esas pautas para su entierro porque estaba convencido de que “el mundo se estaba convulsionando y poniendo patas arriba”. Entonces, en el día del juicio final, él estaría allí riéndose, perfectamente posicionado.

Caminé por los senderos de Box Hill hasta que me topé con la tumba de Labelliere.

Photo by TPHOLLAND

1 comentario:

  1. Impresionante relato... en algún punto me dió escalofrios, cuando pidió morir cabeza abajo en una colina!!!y encima encontrarte con la tumba...jaja Caminaste por dónde caminaba él... qué fuerte!!

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