From Surrey Community |
Es
preferible conocer las historias interesantes a no hacerlo. Hay
muchas historias escondidas que poseen el placer de lo imaginario.
Dejan lugar para suponer. Entre tantas películas que modelan las
grandes historias universales habrá que desempolvar a ciertos
personajes particulares. Para romper la dinámica, las andanzas de
los pillos, genios, extravagantes y trotamundos desconocidos serán
un vaso de agua fresca en el desierto. Esta historia jamás fue
contada en idioma español.
Algo
le sucedió a Peter Labelliere. No existe registro en edad temprana
que haga notar las rarezas que esta persona adoptaría en su adultez.
Algunos escritos dicen que una joven le negó su amor. No se sabe
realmente qué le sucedió. Lo que cuentan las crónicas es su
historia y estadía en Dorking, Reino Unido; luego de haber servido
como Mayor del Ejército 92. Corría temprano el siglo XVIII.
En
algún momento se hizo buen amigo del Duque de Devonshire. El
beneficio de esta amistad resultó en una pensión de 100.000 libras
al año. Lo cierto es que las cifras están alteradas, algunos
investigadores hablan de 100 libras, lo cual parece más acertado, y
en 1780 era igual una suma considerable. Pero las ventajas poseídas
a través de los amigos aristocráticos no determinan que el amigo
con menores recursos no se vuelva loco con el paso de los años.
Excéntrico
en el sentido deambulante, hacía caminatas por los senderos de las
colinas de Surrey, tanto que en Dorking le decían “The
walking dunghill”
(El caminante estercolero). Le alquilaba una habitación a una señora
en South Street, escribió algunos textos políticos y se volvió
fervoroso sobre todo con la religión. El extremo llegó cuando
prohibió a los hijos de la dueña de la casa utilizar, doblar,
romper o quemar cualquier papel que tuviera escrito la palabra Dios o
Cristo.
Por
otro lado, también es extraño que alguien que recibía una
cuantiosa pensión annual haya estado pagando la renta de un lugar
que llamaban “The
hole in the wall”
(El agujero en la pared).
Andaba
por las calles proclamando a los ocho vientos el lema “Libertas
Deo Duce”,
que significa “Con Dios como mi guía, libertad”. Esa búsqueda
interior ciertamente la desarrollaba entre sus caminatas y las
vacaciones que tomaba en casa del Duque de Devonshire. Cada año su
amigo le ofrecía la estancia por un mes. Pero una vez se quedó tres
meses. No le había avisado a la dueña de la casa sobre sus planes
largos: cuando Labelliere regresó a Dorking la mujer ya lo estaba
dando por muerto. Ella le recriminó fuertemente su ausencia y él la
tranquilizó, aunque con una frase muy particular: –No se preocupe
Sra. Watford, ahora he venido de regreso a vivir con usted, y a morir
con usted. Desde hoy nueve meses pasarán hasta que deba abandonar
este mundo.
Algo
alterada, la Sra. Watford hizo cuentas y escribió en un papel la
fecha profética.
Exactamente
nueve meses después moría Peter Labelliere.
Dijo
la mujer: –Juntó los brazos, los dobló, se acurrucó y murió
como un cordero. – El garabateado calendario de muerte se cumplía.
Antes de irse Labelliere tuvo tiempo de dejar otra profecía, se lo
escuchó diciendo: –Un día los carruajes andarán sin caballos. –
Lógicamente todos creyeron que tras su muerte habían terminado las
excentricidades del Mayor. Pero quedaban las rarezas más
descomunales.
Se
encargó de dejar expresamente escrito que se le respetaran dos
deseos post
mortem.
El
primero fue que los hijos pequeños de la Sra. Watford bailaran y
danzaran sobre su sarcófago. Intentaba demostrar que la muerte no
era un asunto sombrío. El niño bailó pero la pequeña hermanita no
quiso cumplir la tarea; asustada, solamente accedió a sentarse sobre
el cajón del cuerpo todavía fresco.
El
segundo deseo de Labelliere fue ser enterrado cabeza abajo, pies
hacia arriba, en la cumbre de Box Hill, la colina más alta de la
zona, por donde tantas veces caminaba. Se desconocen las razones de
este pedido de enterramiento, ésa es la verdad. Habría que recordar
que Pedro el apóstol pidió ser crucificado cabeza abajo,
proclamando no merecer morir de la misma forma que Cristo. Por lo
tanto quizás Peter Labelliere (la traducción de Peter es Pedro,
comparte nombre con el apóstol) quiso imitar aquella conducta. Pero
hay escritores que han difundido la versión que hoy es la más
conocida. John Timbs, autor muy publicado que vivó en Dorking unos
diez años después de la muerte del Mayor, escribió en su libro Un
paseo pintoresco por Dorking
que Labelliere había dejado esas pautas para su entierro porque
estaba convencido de que “el mundo se estaba convulsionando y
poniendo patas arriba”. Entonces, en el día del juicio final, él
estaría allí riéndose, perfectamente posicionado.
Caminé por los senderos de Box Hill hasta que me topé con la tumba de Labelliere.
Photo by TPHOLLAND |
Impresionante relato... en algún punto me dió escalofrios, cuando pidió morir cabeza abajo en una colina!!!y encima encontrarte con la tumba...jaja Caminaste por dónde caminaba él... qué fuerte!!
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