Otra vez Rosario estaba enfurecida y él
angustiado. Sonó el portazo en el pasillo y se lo vio evitar el
ascensor. –¡No vuelvas!– retumbó entre las paredes. Encendió
el coche y tomó hacia el oeste, carretera adelante encontró un
atasco. Delante de todos, un novato. Lo maldijo con furia.
En una
calle tranquila giró y aparcó el novato. Todos aceleraron el paso
pero mucho más él, dada su sangre caliente. Decidió llamar a
Mónica para olvidar a Rosario, pero no había cobertura. En la
esquina de Trubel y Fray Will todavía no había levantado la vista
cuando escuchó un silbido. Una brizna de memoria le trajo todos los
momentos felices de tantos años junto a Rosario, justo antes de que
todo se apagara.
Dos meses de silencio más tarde, despertó
con el cuerpo herido y el alma pesada por aquellos segundos de arrojo. Abrió los ojos llorando y le pareció
divisar en la nebulosa a la mujer de su vida.
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