Es inútil buscar amigos. Lo dijo
Solón. El pobre estaba como yo, perseguido. Sabrá Dios si lo
intenté a contravento, en plena plaza Plaza San Martín, mirando
desconfiado a cada viandante ochentoso, pero de pie firme en donde
–calculé– descansaba en los años veinte una de Las Nereidas.
¿Porqué aquellas ninfas, que no hablaban en los tiempos lejanos,
habrían de hacerlo conmigo en años de rock nacional? No tenía
sentido, además para sus novios yo siempre fui un enemigo. Desde mi
adolescer entrené regularmente mi visión periférica, mirando una
marca en las chapas y describiendo la ventana, viendo la ropa raída
y tratando de leer las revistas sobre la mesa, podía notar sin
esfuerzo los pequeños tirones de los muchachos a sus hembras,
incluso una mínima presión del pulgar desdeñoso. Juntos me
alejaron del mundo. No los culpo. En la Plaza San Martín dos mas dos
son cuatro, se puede ver en el diseño cuadrado de las escaleras,
aquí en Azul nunca existió el cinco.
Así era Tulio Penisi, que escuchó
algo inaudible y levantó la vista del piso de cemento. Miró la
puerta y contuvo la respiración. Sabía que si no tomaba oxígeno
puro del cilindro podía aguantar dos minutos treinta y ocho. “Con
oxígeno soy como el Pesce Cola” pensaba, justamente, cada vez que
olvidaba tomar oxígeno y comenzaba a ponerse azul. Por suerte o por
cálculo alguien golpeó la puerta. Tulio Penisi, sin desviar la
mirada, tomó el cuchillo de cromo de la mesa.
–¡Slamdegn! – gritó en un idioma
inventado, palabra que para él significaba “contraseña”.
–Dale Tulio, dejate de embromar que
soy yo – sonó del otro lado.
–¡Frinque dije! ¡Ahora! – insitía
Tulio, apretando el puñal con vehemencia.
–Dale boludín, que te traje unas
masas.
.....................
Cuento: Tulio Penisi
Libro: Cuentos Enfermos
Photo by Pablo Lizardo |
No hay comentarios:
Publicar un comentario