21 noviembre 2016

Tulio Penisi (Introducción a un cuento que estoy corrigiendo)

Es inútil buscar amigos. Lo dijo Solón. El pobre estaba como yo, perseguido. Sabrá Dios si lo intenté a contravento, en plena plaza Plaza San Martín, mirando desconfiado a cada viandante ochentoso, pero de pie firme en donde –calculé– descansaba en los años veinte una de Las Nereidas. ¿Porqué aquellas ninfas, que no hablaban en los tiempos lejanos, habrían de hacerlo conmigo en años de rock nacional? No tenía sentido, además para sus novios yo siempre fui un enemigo. Desde mi adolescer entrené regularmente mi visión periférica, mirando una marca en las chapas y describiendo la ventana, viendo la ropa raída y tratando de leer las revistas sobre la mesa, podía notar sin esfuerzo los pequeños tirones de los muchachos a sus hembras, incluso una mínima presión del pulgar desdeñoso. Juntos me alejaron del mundo. No los culpo. En la Plaza San Martín dos mas dos son cuatro, se puede ver en el diseño cuadrado de las escaleras, aquí en Azul nunca existió el cinco.

Así era Tulio Penisi, que escuchó algo inaudible y levantó la vista del piso de cemento. Miró la puerta y contuvo la respiración. Sabía que si no tomaba oxígeno puro del cilindro podía aguantar dos minutos treinta y ocho. “Con oxígeno soy como el Pesce Cola” pensaba, justamente, cada vez que olvidaba tomar oxígeno y comenzaba a ponerse azul. Por suerte o por cálculo alguien golpeó la puerta. Tulio Penisi, sin desviar la mirada, tomó el cuchillo de cromo de la mesa.

–¡Slamdegn! – gritó en un idioma inventado, palabra que para él significaba “contraseña”.
–Dale Tulio, dejate de embromar que soy yo – sonó del otro lado.
–¡Frinque dije! ¡Ahora! – insitía Tulio, apretando el puñal con vehemencia.
–Dale boludín, que te traje unas masas.

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Cuento: Tulio Penisi
Libro: Cuentos Enfermos

Photo by Pablo Lizardo

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