22 julio 2017

Día 15: Contento de vivir - Blog de viaje por Argentina


Esos días donde permanecías hablando con tu hermano, con tu primo, con tu amigo hasta bien entrada la noche... tal vez alguna historia paranormal alteraba la madrugada, tal vez alguna historia con una chica... esta noche sucedió exactamente eso. Terminamos durmiendo sobre unos colchones en las esquinas de un taller mecánico. Techo de chapa, mosquitos de verdad, el ruido del ventilador... Había llegado a casa. Al día siguiente, que en realidad es el día del cual estoy escribiendo; asado. Mi primo marchó al sol y allí hizo de las suyas; hacía muchos años que no comía un asado tan rico y legendario. Mientras, leímos el diario con el abuelo y hablamos un montón, una de las últimas cosas que recuerdo hacer con tantísimo gusto junto a mi abuelo.

Pero había algo que solíamos hacer cuando éramos niños sanos y negligentes: jugar a cualquier deporte después de comer. Lógicamente, no pudimos torcer la intuición y comportarnos como adultos en sus cabales, con lo cual a los quince minutos del postre me estaba raspando la rodilla contra un muro para evitar otro gol.

Recuerdo que la cabeza me comenzó a rebotar, el sol pegaba fuerte en el cemento, decidimos entonces acudir a una segunda opción menos aniquiladora. ¿Sentarnos a la sombra a beber una gaseosa? ¿Buscar las cartas y hacer un chinchón? ¿Ver una película mientras comemos helado? No, nada de eso. Ninguna cosa normal. Sí, en cambio, jugar al padle. Seguir haciendo deporte, esta vez bajo techo, para ver si se me pasaba el ardor mental. Seguir corriendo. Una locura. Lo cierto es que funcionó.

Mi primo Jony es heroico en los juegos, es un héroe trágico. Salvo en el fútbol, en donde además es claramente superior. Tiene siempre un halo épico que lo rodea, un movimiento legendario, una jugada de más, una competitividad propia. Él jugó en pareja con Karen, que no tiene ni idea de padle, y yo jugué en pareja con Chris, que tampoco tiene idea de padle pero le pega muy fuerte a la bola. Ganaron ellos. Jony ofreció unos puntos memorables y unas descargas de energía al ir perdiendo que son normales para nosotros, que somos familia y conocemos su épica, pero todavía deben recordarlas algunos de los ojeadores del partido aquella tarde. Místico, extraordinario, nada fuera de lo común para mi primo Jony.


Aquella noche fui para lo de mi otra abuela y volvió Nair con sus tíos y primos. El primo más pequeño había venido todo el viaje durmiendo y allí seguía en el coche. Aún sin saberlo, el niño sabio nos marcó el camino, porque cuando apoyé mi cabeza en la almohada fue hundirme en una hermosa oscuridad, cuerpo extremadamente cansado, sueños y más sueños, contento de vivir.

No hay comentarios:

Publicar un comentario