Anclas de fuego perpetuo
cobijan a quien no está
en el caldero.
A quien partido por la mar
en vientos se ha ido,
en partes se ha ido.
Abran las velas celestes
que toman la inmensidad
en un brasero.
Calienten allí las anclas,
leven el barco entero,
no hay cadena que se corte
ni olvido de aquel camino
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