03 julio 2017

Día 10: El campo en Mar del Plata - Blog de viaje por Argentina

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Quiero agradecer a todos los lectores del BLOG que me acompañan en este viaje alquímico. El día número 10 de nuestro viaje por Argentina trajo buenas sorpresas, sensaciones y memorias. Imaginarán que no existen, en un viaje de gran calado y mucha geografía por abarcar, demasiados días para desperdiciarlos tirados boca arriba de un colchón en el suelo, excusándose con el calor. En este tipo de viajes no existen las medias tintas.

Por suerte intuimos esta máxima antes de partir, tras oír los periplos que otras personas habían realizado con destinos “posibles” o “inciertos”. Resolvimos lugares y horarios y buscamos evitar la incertidumbre. En el itinerario de día, ciudad y transporte, omitimos los detalles del viaje: los detalles en las actividades nos darían la libertad que toda persona necesita.

Así, cancheros y dueños de los detalles, pusimos rumbo a la famosa y queridísima Mar del Plata a las 00.00 hs del décimo día. Llegamos a las 6.00 am habiendo dormido menos de lo justo. Eso pasa por hacerse el listo. Pero no importaba mucho puesto que allí estaba, frente a nosotros, la calurosa Mar del Plata, la feliz.

Cuando un humano promedio piensa en Mar del Plata imagina la playa en verano, y a partir de allí las vivencias que haya tenido al respecto. En los últimos tiempos es menester quejarse por la cantidad de gente y el lugar que ocupan las sombrillas y reposeras. “Ya no hay lugar para tomar sol”, “antes todo era mejor”, “los precios son terribles” y cuestiones similares. Pero nadie habla del campo.

El campo de Mar del Plata es un oxímoron. Puede hacerse la prueba de enunciar la oración ante casi cualquier argentino y se obtendrán caras de extrañeza, cejas levantadas y varios tartamudeos: –¿Cómo? ¿El camp...? ¿Co... como dijiste? Pero... ¿El cam...? ¿Qué dijo?, ¿en Mar del Plata dijo? No, no puede ser... ¿estás seguro? ¿En Mar del Plata? ¿En MAR – DEL... – PLATA?

Existe el campo en Mar del Plata, por mucho que los medios televisivos durante los últimos cincuenta veranos lo hayan estado encubriendo con saña. Fue andar ruta afuera durante sólo diez minutos para que comenzara un derroche de lomas amarillas y verdes, con algún barrio de casillas abarrotadas de gente y algunos caserones aislados con una señora sentada en la puerta, sola. La paradoja de siempre.

Este post es simple, es una voz que se levanta ante la injusticia del campo escondido de Mar del Plata. Hay que ir y visitar su tarde calurosa pero también sus frescas, su viento de Enero, sus sapos extraordinariamente grandes, sus almacenes de ramos generales donde no se vende hielo, los perros amigables del vecino y los pozos temerarios en las calles internas de tierra. Y el olor a tierra mojada cuando llueve, que en los últimos diez años se ha convertido en un cliché tan empalagoso que mejor ni lo nombro.

Vale la pena el campo de Mar del Plata. Cualquier cosa, si alguno anda por la vida erigiéndose en una especie de prócer de la arena, siempre se puede escapar diez minutos hacia el este y chocar contra una ola.

En cualquier caso, es posible que las impresiones tan cálidas que tuve hayan tenido en mí tamaño calado sólo debido a la grandeza y a la hospitalidad de quienes nos recibieron en su casa, y abrazaron a su sobrina tras largos e intrusos años, y me quisieron a mi como a uno más de la familia, compartiendo largos mates y charlas, sin sospechar por un segundo que yo soy podría ser un verdadero granuja.

VM

Esta es una entrada de mi BLOG de VIAJE

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